miércoles, 16 de enero de 2013

Un salto a las llanuras.


Daba vueltas en mi habitación, gastando de alguna forma la alfombra, arrastraba los pies sobre ella como quien arrastra sus propios pies caminando sobre los muñones de sus rodillas, las ganas de dar el siguiente paso era solo impulsado por el dolor del paso ya dado y el momentáneo alivio de desplazar el dolor a otro lado, un dolor que te distrae de otro, sucesivamente… infinitamente.

Lamentablemente me encontraba solo por convicción propia, estuve tan cerca y no me aventure… Maldito sea el miedo a perder el corazón, en un solo momento, la daga escondida en el cabello de una mujer que corta directo al cuello.
Estábamos juntos, me abrazabas, sentía tu aliento en mis manos, te abrazaba por detrás, como quien se aferra al mástil de un barco hundiéndose, estaba en la parte más alta, pero sabía que pronto todo acabaría, terminaría hundido en la amargura, pero de momento no importaba tú estabas y eso era todo, tu cabello cubría la mitad de mi rostro, mis brazos, estaba repleto de ti, era en ese momento lo más hermoso, Tu aliento me quemaba, me incendiaba, yo estaba en llamas, tu ahí, tus ojos decían que te besara, pero no arriesgaría todo el juego, solo para tomar una pieza, estaba arrinconado en el tablero, tomando las posiciones  que eventualmente se desocupaban sin arriesgar una sola pieza más, todo estaba perdido, solo luchaba por algunos instantes ahí, seguir en el tablero, muriendo lento, apegado a la belleza de tus ojos, al fuego de tu cuerpo, estaba ahí, tan cerca, no podía creerlo, estaba nervioso, tu podías sentirlo, yo temblaba, pero me calmabas con tus caricias, yo tomaba tu cuello, recorría tus brazos con mis palmas, Tú querías, yo quería, yo te deje ir…

Me aleje, pensé que había tenido una victoria crucial, que había estado cerca de tenerte y que sin duda, al otro ida te tendría, ibas a ser mía bajo cualquier precio, yo iba a pagarlo todo, pues sin ti no tenía nada y contigo no necesitaba nada, me llamaste y me dijiste que querías hablar conmigo.
<<Es mía>> Me repetía que serias mía, para cuando llamaste a mi casa, llamabas para terminar lo que habías empezado, para llenarme el corazón a reventar de inexplicables emociones, sabía que lo que dirías lo cambiaría todo, que sería bastante y no podría creerlo, lloraba de emoción al tenerte al teléfono.  <<Perdón, por lo que hice quizá te confundiste tu y yo somos solo amigos>>
Y así lo hiciste, mi corazón llenaste de inexplicables emociones, no podía creerlo, lloraba de decepción, te odie unos instantes y me despedí con orgullo, quería llorar a solas.

Me estremecí lento en mi cama, me daba por vencido, no intentaría mas siempre debí amarte en silencio me repetía, jamás debí romper mi silencio, quería desahogarme y seguramente te escribí algo si te lo entregue no lo recuerdo, estaba tan roto que siento haber olvidado todo ese dolor, solo para poder levantarme.

De pronto estábamos juntos, estabas tú… frente a mí en un hermoso vestido azul ultramar, llevabas tu cabello suelto y un par de brillantes ojos, cenábamos algo ligero sobre un extenso comedor de manteles blancos largos y ondulados, había un gran manjar sobre la mesa y candelabros sobre el comedor, las paredes eran de empapelados azules,  el pie de las paredes color arena y un piso de madera, yo miraba las orillas de tu escote, miraba tus brazos desnudos y Mi respiración se aceleraba, comencé  a llenarme de nervios por la intimidante excitación que provocabas , pero justamente el miedo me excitaba mas fue una reacción continua de emociones y repentinamente me levante y grita: ¡Ya basta! Salte hasta la otra orilla de la mesa y te bese, te mire sorprendida, no te iba a dejar escapar eras la gacela en las garras de un chita, ya te tenia, solo me faltaba derribarte, estar encima de ti y devorarte.

Sentí tus labios, no había tiempo de sentir con precisión la textura de ellos, yo tenía hambre de ti, no había tiempo de detalles, eso lo recordaría tal vez después, enrede mis manos en tu cabello, jale tu cabello apretando el puño <<Ahora estas entre mis garras>> . Mordí tus labios, mientras aceleraba mi respiración, te levante y te puse sobre mí, abrí tus piernas con mis rodillas, me levante y estabas sentada sobre mí, te mire con pasión y me respondiste la mirada <<Ya te derribe, hasta el suelo de la pasión>> lamía tu lengua y tus labios, te apreté hacia mí, para que sintieras mi corazón, te tome fuerte de la cintura y te doble hacia atrás, para lamer tu cuello y tus orejas, notaba como te estremecía, rápidamente tu piel y tu voz respondían, sentía tu cuerpo estrecharse, comprimiéndome, no querías que me detuviera y yo no lo iba a hacer, Tome tus manos con una mía y las puse tras tu espalda, baje el cierre de tu vestido, baje un tirante con la boca y el otro con mi mano, termine de bajar tu vestido con mis pies, estábamos enredados sobre la mesa, te mire una vez más tus ojos me decían que ya eras mía y yo te iba a poseer, entraría en ti como un demonio, comencé a ver tu cuerpo con mis manos, te levante para poder sentir la totalidad de tus nalgas, metí mis manos bajo tus rodillas y te levante, te senté sobre la mesa y abrí tus piernas con mis rodillas mientras tomaba tus manos con mi mano y con la otra terminaba de desnudarte, quite el brassier con la mano derecha, mientras  besaba  a las orillas de tu brassier, te lo quite y comencé a  hacer círculos concéntricos hacia tus pezones, pero sin lamerlos, dejaba que imaginaras que lo haría, pero solo te dejaba con los ganas, sabía que eso haría que te mojaras mas, me quitabas la camisa, te deje sentir dominio durante un instante, una vaga ilusión…

Ataque a tus pezones directo con una mordida mientras seguías atada por mi mano y apretaba uno de tus pechos, eras grandes, eran fuertes, besaba tu vientre, bajaba y solté tus manos, para levantar tus piernas y bajar lo que restaba de tu ropa interior, termine de bajar tu ropa interior con mis pies, yo besaba tu ombligo y comencé a bajar lento, sostuve tus dos manos debajo de tus nalgas, para que cuando las jalara como reflejo abrieras tus piernas , mi saliva inundaba mi boca, realmente tenía hambre de ti, seguí bajando desde tu ombligo y sentía tus piernas con mis brazos, comencé a oler la lubricación de tu vagina y mi respiración se acelero una vez más, moría por comenzar a lamer tus genitales, pero me gustaba hacerte esperar, sabía que aumentaba tu placer.

Comencé , poco a poco me acerque, la olí, llene mis pulmones del olor de tu deseo,  solté mi aliento cálido sobre ella para estremecerte una vez más, me acerque haciendo el primer contacto con mis labios, los moje y abría y cerraba mi boca alrededor de tus labios, introduje un poco mi lengua, la saboreé lento y después, comencé a lamer tu clítoris, sentía como tus manos me apretaban, tus uñas se clavaban en mis manos, te escuchaba, miraba tu pecho agitado, tus dientes mordiendo tus labios, me abrazaste con las piernas, me apretabas hacia ti, yo te degustaba, era el sabor de tu pasión,  era intenso, era bello, era tu calor, era el comienzo, era la hora de empezar…

Esta vez las velas iluminaban menos, el haber tirado los candelabros incendiaba el mantel, era un fuego oscuro a lo lejos que dejaba ver las curvas de tu cuerpo, tu cintura, la redondez de tus piernas, tus senos erguidos como dos grandes cumbres y una cortina de hermosos cabellos alborotados, tus manos despeinando tu cabello moviendo tu melena, te abrase fuerte y tu a mí, tus manos estaban en mi espalda y tus piernas también, tu cuerpo ya estaba empapado de sudor,  brillabas en la oscuridad, podía ver cada poro de tu erizada piel, te estremecía mi aliento, mordí tu cuello, sentía mi pene estallar al estar cerca de ti el deseo a ti, lo era todo, podía morir no importaba, con la precisión de un arquero y la delicadeza que solo se puede tener con tu cuerpo entraba en ti poco a poco, sentía cada pliegue, la humedad y la calidez, tus piernas y las mías, tus uñas en mi espalda, tu cabello en mi rostro, Como un pez en el agua nada dentro de ti, como dos águilas entrelazadas de las patas volando en círculos, así de armonioso era, la pasión quedaba fuera éramos solo tú y yo, tu calor y yo, mi vigor tu delicadeza, nuestra fuerza sumada hacíamos el comedor temblar, el sudor se notaba alrededor de ti en el mantel que se arrugaba alrededor de ti, estabas tan mojada como un sábado de gloria, Mi hambre de ti hizo acto de presencia otra vez, mi cuerpo se endurecía a cada movimiento, algo recorría mi espalda, me llenaba de fuerza, tus senos rebotaban y mis ojos con ellos, tu sonrisa era torcida ya no podías cerrar la boca, comenzaba a oír un silbido en tu garganta que intentabas ahogar apretando tus labios, pero eso solo lo hizo más notorios, me apretabas, comenzabas a respirar rápido, podía sentir tu estomago cálido y en cada profunda inhalación tus senos rozar mi pecho, me dijiste te amo y me besaste un poco, te agitaba tan fuerte que no podías quedarte quieta para besarme, de pronto tu vagina se estremeció, comenzaste a pujar, yo sentía mi pene explotar dentro de ti y cuando liberaste un grito que para mí era de victoria, todo había acabado, mi cuerpo se derretía en el tuyo y solo sentía nuestras contracciones, eran replicas de un gran sismo, saboreaba el sudor de tu cuello y te dije –Te amo- .

Eras mía y sentía todo tu cuerpo y su fuego en el mío, llevábamos en nosotros la pasión del otro.

Me sentí frio y húmedo, era el semen sobre mi pierna y las lagrimas en mi rostro, todo había sido un sueño, ya te habías ido, me habías roto, pero no importaba, por una noche en un sueño habías sido mía, fue tan real que me había tatuado el alma.